El fenómeno de la violencia es uno de los problemas psicosociales que más incide en la disminución de la calidad de vida de la comunidad, representando un alto costo social. La violencia en contra de niños y la violencia intrafamiliar en general, además de su costo social representa importantes costos económicos, para el sector laboral (ausentismo, licencias, baja en la productividad); para el sector salud (costos directos en la atención de víctimas y sus familias, costos indirectos en las policonsultantes víctimas de violencia intrafamiliar, costos aumentados por las detecciones tardías, desgaste profesional para los operadores que trabajan con victimas y victimarios); para el sector judicial (costos directos en la atención de causas relacionadas con maltrato y violencia, costos indirectos por las demandas recurrentes, costos indirectos por el desgaste profesional que trabajan con este tipo de causas); para el sector educacional (ausentismo escolar, repitencias, deserción escolar, violencia intraescolar, deterioro del clima social escolar, desgaste profesional de los docentes que están en contacto con víctimas y victimarios).
¿Qué entendemos por buen trato?
El buen trato es una forma de relación. Entendido así, el buen trato incluye todos los estilos de relación y de comportamientos que promuevan el bienestar y aseguren una buena calidad de vida. Desde este enfoque, el punto de partida de los buenos tratos hacia la infancia consiste en responder correctamente a las necesidades infantiles de cuidado, protección, educación, respeto, empatía y apego, asegurando el cuidado, la protección y actualización de los niños y niñas. La responsabilidad de garantizar esto recae en quines ocupan un lugar de jerarquía en relación a ellos: padres, educadores y adultos en general.
El buen trato se define en cuanto a la posibilidad de acercarse al otro desde la empatía, la comprensión, el respeto, la tolerancia, para garantizar la igualdad legal, social, religiosa, desde una costumbre y opción de vida y no desde una obligación o norma social. Para ello, se requieren formas de comunicación efectiva, así como también comprender y entender la niñez en todos los niveles de la sociedad, donde se rescate la importancia de lo cotidiano y de las esferas de acción cercanas a las niñas y a los niños. La construcción de este escenario es una tarea que demanda la transformación paulatina de la comunidad hacia una cultura del buen trato que se caracterice por tomar conciencia de las propias prácticas.
El buen trato se desarrolla, se aprende y es un proceso que debe iniciarse en la infancia. La importancia de recibir buenos tratos a edad temprana radica en que favorece el desarrollo socio-afectivo sano y los futuros aprendizajes y, además, conlleva una serie de beneficios tanto en el plano neurobiológico como en el sicológico y, en consecuencia, también en el desarrollo cognitivo y social.
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